sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Qué es la Integración Psico-Corporal y cómo se trabaja?



Siempre me ha parecido muy difícil poder transmitir qué es la Integración Psico-Corporal y cómo trabajo. Es tan difícil porque todas las personas somos únicas y, por ello, cada proceso terapéutico es distinto. Es algo que realmente no se puede explicar con palabras, sino se tiene que vivir y experimentar. Así que lo mejor será que te sitúe en la sala de terapia. Es un espacio amplio, con muchos cojines y con uno o dos colchones en el suelo. No trabajo ni con camilla, diván o mesa de escritorio o sillas. No hay nada en la sala que pueda limitar el movimiento. De hecho, las personas que acuden a terapia pueden hacer, decir y expresar absolutamente todo lo que quieran con total libertad. El respeto profundo hacia la persona es uno de los fundamentos de esta psicoterapia. No se juzga ni se interpreta nada de lo que hace el paciente, ni se dan consejos o soluciones. Ningún terapeuta puede saber por qué una persona es como es o hace lo que hace. Sólo la misma persona lo puede saber. Si confío en la fuerza de la vida, sé que todos los seres humanos tienen la clave, para encontrar las mejores soluciones para ellos mismos y lo que es bueno para mí, no necesariamente le tiene que servir a otra persona. Si una persona acude por su propia decisión a terapia, es porque está realmente motivada para volver a encontrarse a sí misma y porque debe sentir algo de esa fuerza vital en su interior. Mi tarea es acompañarla en ese proceso de reencuentro, apoyarla y, si se da la ocasión, ayudarle a experimentar vivencias reparadoras.

La relación terapéutica


Para que todo lo anterior sea posible, es muy importante que podamos establecer una buena relación terapéutica (es decir, entre terapeuta y paciente). Igual que fuera de la terapia, también dentro de ella, las relaciones auténticas, las que se basan en una confianza profunda, se construyen poco a poco. Nadie puede fiarse plenamente de otra persona si no la conoce y ha podido comprobar que no le va a hacer daño, sino que está allí de verdad, con el único fin de ayudarle y de apoyarle.

Casi todas las personas hemos sido juzgadas, criticadas o nos han dejado sólos. Para protegernos de estas “agresiones” hemos tenido que aprender desde pequeños a modificar nuestra manera de ser para sentirnos aceptados y queridos. Aún así, la amenaza de sentirnos descalificados, abandonados y no queridos estaba siempre presente y nos hacía desconfiar de los demás. En un proceso terapéutico, hemos de aprender que el terapeuta nunca nos juzgará ni nos abandonará, y que podremos confiar en él plenamente, especialmente cuando nos encontramos delante de un conflicto.

La relación entre cuerpo y mente en la terapia profunda


Quizás debería haberlo explicado ya desde un principio, pero todo ésto es tan importante porque aquí se trata de una psicoterapia profunda. Es profunda porque pretende llegar al origen o a los orígenes de nuestros problemas, conflictos y malestares. A veces, las causas y explicaciones de lo que nos pasa se pueden encontrar en la actualidad, pero si buscamos un poco, seguro que encontramos muchas más causas y explicaciones en nuestro pasado, en nuestra adolescencia, en nuestra infancia y, por qué no, cuando éramos bebés o cuando estábamos aún en el vientre de nuestra madre. Claro, vas a decir, de esto no se acuerda nadie. Es cierto, nuestra mente seguramente no se acuerda. Olvidamos casi todo lo que tiene que ver con nuestra infancia y no decir ya de antes, pero, aunque nuestra mente no se acuerde, nuestro cuerpo sí tiene memoria. Hoy en día hay suficientes estudios que lo demuestran y nuestra vida empezó cuando éramos un puñado de células. Si a lo largo de nuestro proceso terapéutico conseguimos volver a conectar nuestra mente, con nuestro cuerpo y con nuestras emociones, es posible que podamos recuperar muchas sensaciones vividas en situaciones aparentemente olvidadas. Estas sensaciones pueden ser muy valiosas para nosotros porque nos permiten darnos cuenta lo que hubiéramos necesitado en esos momentos, cuáles eran y son nuestras carencias y qué podemos hacer para obtener algo de placer y satisfacción respecto a esos temas.

No todas las personas quieren entrar tan profundamente en su historia. Cada uno decide hasta qué punto quiere profundizar y cuándo considera que ha llegado a su límite personal, cuándo se siente mejor, bien o sano, y cuándo quiere dejar su proceso, pero en todos los casos hay que lograr establecer la conexión entre la mente, el cuerpo y las emociones de la persona. Vamos a ver cómo esto se consigue:

El proceso terapéutico y el trabajo con las emociones


En los inicios de un proceso terapéutico, la mayoría de las personas están sobre todo con la palabra. Explican sus problemas, sus conflictos relacionales, sus pensamientos e ideas. Todo esto es muy importante porque nos ayuda a conocernos, a cobrar conciencia de lo que ocurre y por qué, pero ¿qué pasa con las emociones? Todo lo que nos pasa en la vida va acompañado por una emoción o varias. ¿Sabemos en cada momento cuál es? Seguramente no. En nuestra sociedad, lo de sentir emociones y encima expresarlas está generalmente mal visto. Ya desde niños nos enseñan que es mejor no mostrarlas. El niño que está triste y llora es un llorón, el que tiene miedo un miedica y cobarde, el que se enfada dicen que tiene pataletas y que es un maleducado y un niño que está muy alegre y activo se le amenaza con “¡ya verás, para, o te vas a hacer daño! Te caerás y luego llorarás”. Lo que se espera de nosotros es que nos criemos con un “encefalograma emocional plano”.

No sabemos lo que sentimos y en la terapia, esa es una de las primeras cosas que tenemos que volver a aprender (porque de niños ya lo sabíamos).

Pero no sólo se trata de saberlo, sino realmente hay que sentir las emociones y expresarlas libremente. Las emociones se sienten en el cuerpo y también necesitamos de este, para expresarlas. Una de las posibles experiencias reparadoras que se pueden vivir en la terapia es sentir el derecho a esa expresión emocional y corporal y además, acompañado por el terapeuta que, no sólo no te juzga por lo que sientes y expresas, sino que al mismo tiempo, te ayuda, para que tu expresión pueda ser libre.

A menudo, cuando una persona se plantea el hecho de  querer expresar sus emociones surgen miedos y bloqueos mentales y corporales que son la consecuencia lógica de ese tabú social y/o familiar de expresarlas. En las sesiones se trabaja a nivel cognitivo y corporal para ayudar a superar dichos bloqueos.

Aprender a ser nosotros mismos y sentirnos libres


Nos pasamos la vida controlándonos y aguantándolo todo, para no llamar la atención negativamente, para no ser diferentes o raros y para no hacer nada que socialmente no sea aceptado o valorado. Desconectarnos de nuestras emociones y aguantarnos cualquier tipo de expresión emocional es un trabajo muy duro que todos hemos tenido que hacer en mayor o menor grado. Como ya he dicho anteriormente, las emociones se viven en el cuerpo y se expresan con él, pero si nos las tenemos que aguantar y no las podemos expresar se quedan dentro de nosotros. Es lo que realmente hace daño a nuestro cuerpo y, a la larga, nos enferma.

Los seres humanos somos animales sociales. Necesitamos a los demás, pero no nos han enseñado a relacionarnos bien. Nos han enseñado a olvidarnos de nosotros mismos y a hacer lo que se espera de nosotros sin rechistar. Nos han explicado lo que es bueno y lo que es malo para nosotros sin tenernos en cuenta. Para aprender a relacionarnos mejor, lo primero que tenemos que hacer es recuperarnos a nosotros mismos. Tenemos que saber distinguir y sentir lo que profundamente necesitamos y lo que de verdad es bueno para nosotros, sin que otros nos lo digan, y tenemos que tener la tranquilidad necesaria para hacer lo que realmente sentimos como positivo para nosotros, sin permitir a nadie que nos juzgue por ello. Sólo si aprendemos a querernos y a respetarnos podemos querer y respetar a los demás genuinamente.

Esa es una de las posibilidades que nos abre la Integración Psico-Corporal, pero puedes descubrir muchas más, puesto que, como he explicado al inicio, cada proceso terapéutico es diferente, personal y único. A mí, me gustaría mucho poder acompañarte en el tuyo.

Autora: Brigitte Burchartz
Terapeuta en Integración Psico-Corporal
Tel.: 687 243 753
www.terapia-psico-corporal.com
www.facebook.com/brigitte.burchartz

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