El individuo y la pareja
Autora: Brigitte Burchartz
Colaboración: Isabel Mauricio
Dibujos: Esperanza Pérez Burchartz
¿Por qué nos cuesta tanto la relación de pareja? ¿Por qué discutimos
por cosas aparentemente sin importancia? ¿Por qué unos aguantan en una relación
lo que sea y otros se separan a la primera dificultad? ¿Por qué hay personas
que en una discusión enseguida se ponen a gritar o se ponen agresivos y otras
se callan o se van? ¿Por qué hay gente que sabe lo que quiere y no se pierde
delante del otro y por qué otros no consiguen nada y se quedan con la
frustración? ¿Qué puedo hacer para ser feliz en mi relación de pareja?
Todas estas preguntas y muchas más, nos habremos hecho más de uno a lo
largo de nuestra vida. La respuesta no es fácil, y conseguir una buena relación
de pareja es un trabajo de una dedicación continua.
De entrada hay que tener claro que el ser humano por naturaleza es un
ser relacional. No le gusta estar sólo. Para comprender por qué entonces nos
cuesta tanto estar en pareja hay que buscar en los inicios:
Nuestros orígenes se sitúan en el momento de la concepción. En el útero
materno establecemos nuestra primera relación
de pareja y va a ser muy importante para nuestro futuro, cómo vamos a ser
acogidos y cómo nos vamos a ir desarrollando en él.
También al nacer somos muy frágiles. Dependemos totalmente de nuestros
padres. Si éstos no nos cuidan, morimos. Durante los primeros meses de vida
somos casi incapaces de movernos hacia los demás o de “cogernos” al otro.
Estamos totalmente a merced de nuestros cuidadores, de su capacidad de
protegernos, de comprendernos y de darnos todo el afecto que necesitamos.
Dependiendo de estas experiencias tempranas y de cómo las integramos,
estableceremos estilos y formas diferentes de relacionarnos.
Desde nuestra más tierna infancia nos acostumbramos a adaptarnos al
otro para obtener su reconocimiento y su aprobación, y para que nos acepte y
nos quiera, sin tener en cuenta lo que nos pasa. Lo más importante para el niño
es tener a sus padres, cueste lo que cueste. Nos olvidamos de nuestras propias
necesidades y rápidamente comprendemos y anticipamos lo que se espera de
nosotros. Incluso, a veces, nos hacemos cargo del otro. Cada uno a su manera y
con su propio estilo aprende a perderse con el otro para no perderlo.
Para no sentir esa pérdida de nosotros mismos y para poder soportar las
frustraciones que experimentamos, aprendemos a transformar nuestras emociones.
De esta manera no las sentimos y nos protegemos del dolor que implicaría
percibirlas. Pensamos que nos estamos haciendo fuertes, pero en realidad nos
estamos haciendo duros para esconder nuestra vulnerabilidad.
Así, cada persona tiene una historia y unas experiencias personales y
únicas con las que ha hecho su particular aprendizaje y con las que ha
desarrollado un estilo propio de relacionarse. Con nuestra(s) pareja(s) volveremos
a repetir ese estilo de relación ya conocido, incluso aunque no sea muy
positivo, porque es el único estilo y la única manera que conocemos; es lo que
tenemos y es nuestro.
Si pensamos en la evolución de los niños, vemos que básicamente todos
tienen las mismas necesidades a lo largo de su desarrollo: tienen que sentirse
acogidos, protegidos y amados, tienen que tener una buena nutrición y cuidados,
especialmente también a nivel afectivo; más tarde deben tener también la
posibilidad de conseguir cada vez más una mayor autonomía y que esta sea,
además, reconocida por sus padres y, por último, cuando ya son mayores, tienen
que poder separarse de sus padres, poco a poco, para poder salir de la familia
al mundo y conquistar una independencia económica, una pareja, etc.
Si no tenemos esas necesidades básicas cubiertas, llegamos a la
adolescencia y a la edad adulta con unas carencias más o menos graves que luego
solemos adjudicar a la pareja con el deseo de que nos llene esos agujeros que
traemos desde la infancia. Intentaremos que la pareja nos dé aquello que no nos
dieron en su momento. Nos atraen las personas de las que sentimos
inconscientemente que nos podrían llenar ese vacío, aunque eso no sea real, y
nos enamoramos de ellas. Entonces, el hecho de enamorarse significa que no
vemos realmente quién es la otra persona, sino sólo vemos en ella lo que
queremos ver y lo que nos podría dar desde nuestra propia necesidad. De esta manera
va a ser muy difícil, sino imposible, que podamos tener en cuenta a nuestra
pareja. De una forma u otra, cada persona con su estilo propio aprendido, le
estaremos pidiendo y exigiendo a la pareja que cumpla con lo que esperamos de
ella, pero no la estaremos respetando. Además, nuestra pareja también tiene su
propia historia y sus experiencias que aportará a la relación. Entonces es de
esperar que nuestra pareja haga lo propio con nosotros, también nos pedirá que
le cubramos sus carencias. ¿Cómo nos vamos a poder relacionar de esta manera?
Así ya no habrá entendimiento posible.
¿Pues, si todo esto es tan complicado, qué podemos hacer? ¿Cómo podemos
conseguir establecer una relación de pareja de igual a igual, desde el respeto
y el amor?
Básicamente, hay tres puntos a tener en cuenta que se corresponden a
los tres elementos que componen la pareja: yo, el otro y la pareja en su
conjunto.
YO: Lo primero, y lo más importante, es conocerse uno mismo. Tengo que
saber cuáles son mis carencias, qué espero de mi pareja y por qué. Tengo que
saber qué me molesta, qué me emociona, qué me enfada, qué me pone triste y por
qué. Conocer el porqué de todo ello es esencial para la relación de pareja. Si
comprendo por qué me pasan las cosas, por qué unas cosas me afectan más, otras
menos y otras nada, puedo explicárselo a mi pareja y me puede comprender. Me
podré situar delante de ella sin perderme. A la vez, saber por qué ciertas
cosas me afectan me sirve para poder comprenderme mejor a mí mismo/a. Me puedo
dar cuenta de mis carencias, de mis emociones, de mi estilo de relacionarme y
me puedo hacer responsable de todo ello. No tengo que hacer responsable a mi
pareja de lo que me pasa o de lo que me falta. Sé lo que es mío y de donde me
viene y puedo separar mi historia y mis carencias de la relación con la pareja.
Al revés, la pareja debe hacer este mismo trabajo para sí misma, tomar
conciencia de su historia, de sus carencias y de su estilo de relacionarse.
EL OTRO: Respecto al otro, es decir, mi pareja, es importante querer
conocerla realmente. Anteriormente hemos dicho que al enamorarnos no vemos al
otro en su totalidad, sino que sólo vemos lo que queremos ver en él. Para que
la pareja funcione tenemos que estar dispuestos a comprenderla con todo lo que aporta
a la relación: sus carencias, su estilo de relacionarse, etc. También tenemos
que estar dispuestos a aceptar y a respetar a la otra persona con todo ello,
tal como es, sin querer cambiarla. Además, tenemos que aprender a ver y
comprender al otro sin perdernos de vista a nosotros mismos (véase el punto
anterior: yo)
LA PAREJA: En lo referente a la relación conjunta de la pareja, ambos
deben tener claros el proyecto que tienen en común. Deben hablar, negociar y
llegar a acuerdos respecto a ello: ¿Quieren tener (más) hijos o no? ¿Si los
quieren tener, cómo se imaginan la educación y la relación con sus hijos? ¿Cómo
quieren manejar el tema de la fidelidad? ¿Qué prioridad tiene para ellos el
trabajo, el dinero o llegar a cierto estatus social delante de la relación y el
tiempo que dedican a la pareja? ¿Qué significa respetarse para ellos? ¿Qué
importancia dan a las amistades? ¿Necesitan disponer también de tiempo libre para
cada uno por separado o prefieren hacer todas las actividades siempre con la
pareja?, etc. Para que la pareja pueda negociar todos estos puntos, es
necesario que ambos tengan mucha conciencia de sus propias necesidades y que
puedan hablarse con toda sinceridad y sin miedo a las reacciones del otro.
Otro aspecto muy importante a tener en cuenta para la pareja es que
ambos sepan cuales son sus temas de conflicto más frecuentes e importantes y
que aprendan conjuntamente a manejarlos. Todo ello es algo que no se consigue
fácilmente. No es un trabajo ni sencillo ni rápido, sino que requiere de ambos
un alto grado de implicación, tiempo y dedicación.
Hay parejas que consiguen resolver sus conflictos y llegar a acuerdos
muy equitativos y aceptables para los dos, sobre todo si la base de su relación
es el respeto mutuo. Pero en muchos casos la pareja sólo resiste porque, por lo
menos uno de sus componentes, está muy habituado a aguantar lo que sea y a olvidarse
de sí mismo. Aunque esto tampoco lo suele hacer gratuitamente. Generalmente,
esa resignación y ese aguante luego afloran de alguna manera y se convierten en
reproches, malestar anímico y/o físico y discusiones estériles e incluso, a
veces, violentas. Si es así como funciona la pareja, y no consiguen resolver
sus conflictos, deben buscar ayuda terapéutica. Convendría que sea un tipo de
ayuda que se fijara especialmente en los primeros dos puntos (yo y el otro)
porque es imposible hacer funcionar una pareja si sus componentes no se conocen
profundamente a sí mismos. Sólo puedo comprender, respetar y amar a otra
persona si me comprendo, respeto y amo a mí mismo/a.
Brigitte Burchartz
Terapeuta en Integración Psico-Corporal
Barcelona
Tel.: 687 243 753
Mail: bburchartz@hotmail.com