Siempre me ha parecido muy difícil poder
transmitir qué es la Integración Psico-Corporal y cómo trabajo. Es tan difícil
porque todas las personas somos únicas y, por ello, cada proceso terapéutico es
distinto. Es algo que realmente no se puede explicar con palabras, sino se
tiene que vivir y experimentar. Así que lo
mejor será que te sitúe en la sala de terapia. Es un espacio amplio, con muchos
cojines y con uno o dos colchones en el suelo. No trabajo ni con camilla, diván
o mesa de escritorio o sillas. No hay nada en
la sala que pueda limitar el movimiento. De hecho, las personas que acuden a
terapia pueden hacer, decir y expresar absolutamente todo lo que quieran con
total libertad. El respeto profundo hacia la persona es uno de los fundamentos
de esta psicoterapia. No se juzga ni se interpreta nada de lo que hace el
paciente, ni se dan consejos o soluciones. Ningún terapeuta puede saber por qué
una persona es como es o hace lo que hace. Sólo la misma persona lo puede saber.
Si confío en la fuerza de la vida, sé que todos los seres humanos tienen la
clave, para encontrar las mejores soluciones para ellos mismos y lo que es
bueno para mí, no necesariamente le tiene que servir a otra persona. Si una
persona acude por su propia decisión a terapia, es porque está realmente
motivada para volver a encontrarse a sí misma y porque debe sentir algo de esa
fuerza vital en su interior. Mi tarea es acompañarla en ese proceso de
reencuentro, apoyarla y, si se da la ocasión, ayudarle a experimentar vivencias
reparadoras.
La relación terapéutica
Para que todo lo anterior sea posible, es muy
importante que podamos establecer una buena relación terapéutica (es decir,
entre terapeuta y paciente). Igual que fuera de la terapia, también dentro de
ella, las relaciones auténticas, las que se basan en una confianza profunda, se
construyen poco a poco. Nadie puede fiarse plenamente de otra persona si no la
conoce y ha podido comprobar que no le va a hacer daño, sino que está allí de
verdad, con el único fin de ayudarle y de apoyarle.
Casi todas las personas hemos sido juzgadas,
criticadas o nos han dejado sólos. Para protegernos de estas “agresiones” hemos
tenido que aprender desde pequeños a modificar nuestra manera de ser para
sentirnos aceptados y queridos. Aún así, la amenaza de sentirnos descalificados,
abandonados y no queridos estaba siempre presente y nos hacía desconfiar de los
demás. En un proceso terapéutico, hemos de aprender que el terapeuta nunca nos
juzgará ni nos abandonará, y que podremos confiar en él plenamente,
especialmente cuando nos encontramos delante de un conflicto.
La relación entre cuerpo y mente en la terapia profunda
Quizás debería haberlo explicado ya desde un
principio, pero todo ésto es tan importante porque aquí se trata de una psicoterapia
profunda. Es profunda porque pretende
llegar al origen o a los orígenes de nuestros problemas, conflictos y malestares.
A veces, las causas y explicaciones de lo que nos pasa se pueden encontrar en
la actualidad, pero si buscamos un poco, seguro que encontramos muchas más
causas y explicaciones en nuestro pasado, en nuestra adolescencia, en nuestra
infancia y, por qué no, cuando éramos bebés o cuando estábamos aún en el
vientre de nuestra madre. Claro, vas a decir, de esto no se acuerda nadie. Es
cierto, nuestra mente seguramente no se acuerda. Olvidamos casi todo lo que
tiene que ver con nuestra infancia y no decir ya de antes, pero, aunque nuestra
mente no se acuerde, nuestro cuerpo sí tiene memoria. Hoy en día hay
suficientes estudios que lo demuestran y nuestra vida empezó cuando éramos un
puñado de células. Si a lo largo de nuestro proceso terapéutico conseguimos
volver a conectar nuestra mente, con nuestro cuerpo y con nuestras emociones,
es posible que podamos recuperar muchas sensaciones vividas en situaciones
aparentemente olvidadas. Estas sensaciones pueden ser muy valiosas para
nosotros porque nos permiten darnos cuenta lo que hubiéramos necesitado en esos
momentos, cuáles eran y son nuestras carencias y qué podemos hacer para obtener
algo de placer y satisfacción respecto a esos temas.
No todas las personas quieren entrar tan
profundamente en su historia. Cada uno decide hasta qué punto quiere
profundizar y cuándo considera que ha llegado a su límite personal, cuándo se
siente mejor, bien o sano, y cuándo quiere dejar su proceso, pero en todos los
casos hay que lograr establecer la conexión entre la mente, el cuerpo y las
emociones de la persona. Vamos a ver cómo esto se consigue:
El proceso terapéutico y el trabajo con las emociones
En los inicios de un proceso terapéutico, la
mayoría de las personas están sobre todo con la palabra. Explican sus
problemas, sus conflictos relacionales, sus pensamientos e ideas. Todo esto es
muy importante porque nos ayuda a conocernos, a cobrar conciencia de lo que ocurre
y por qué, pero ¿qué pasa con las emociones? Todo lo que nos pasa en la vida va
acompañado por una emoción o varias. ¿Sabemos en cada momento cuál es?
Seguramente no. En nuestra sociedad, lo de sentir emociones y encima
expresarlas está generalmente mal visto. Ya desde niños nos enseñan que es
mejor no mostrarlas. El niño que está triste y llora es un llorón, el que tiene
miedo un miedica y cobarde, el que se enfada dicen que tiene pataletas y que es
un maleducado y un niño que está muy alegre y activo se le amenaza con “¡ya verás, para, o te vas a hacer daño! Te
caerás y luego llorarás”. Lo que se espera de nosotros es que nos criemos
con un “encefalograma emocional plano”.
No sabemos lo que sentimos y en la terapia, esa es
una de las primeras cosas que tenemos que volver
a aprender (porque de niños ya lo sabíamos).
Pero no sólo se trata de saberlo, sino realmente hay que sentir
las emociones y expresarlas
libremente. Las emociones se sienten en el cuerpo y también necesitamos de este,
para expresarlas. Una de las posibles experiencias reparadoras que se pueden
vivir en la terapia es sentir el derecho a esa expresión emocional y corporal y
además, acompañado por el terapeuta que, no sólo no te juzga por lo que sientes
y expresas, sino que al mismo tiempo, te ayuda,
para que tu expresión pueda ser libre.
A menudo, cuando una persona se plantea el hecho
de querer expresar sus emociones surgen
miedos y bloqueos mentales y corporales que son la consecuencia lógica de ese
tabú social y/o familiar de expresarlas. En las sesiones se trabaja a nivel cognitivo
y corporal para ayudar a superar dichos bloqueos.
Aprender a ser nosotros mismos y sentirnos libres
Nos pasamos la vida controlándonos y aguantándolo
todo, para no llamar la atención negativamente, para no ser diferentes o raros
y para no hacer nada que socialmente no sea aceptado o valorado. Desconectarnos
de nuestras emociones y aguantarnos cualquier tipo de expresión emocional es un
trabajo muy duro que todos hemos tenido que hacer en mayor o menor grado. Como
ya he dicho anteriormente, las emociones se viven en el cuerpo y se expresan
con él, pero si nos las tenemos que aguantar y no las podemos expresar se
quedan dentro de nosotros. Es lo que realmente hace daño a nuestro cuerpo y, a
la larga, nos enferma.
Los seres humanos somos animales sociales.
Necesitamos a los demás, pero no nos han enseñado a relacionarnos bien. Nos han
enseñado a olvidarnos de nosotros mismos y a hacer lo que se espera de nosotros
sin rechistar. Nos han explicado lo que es bueno y lo que es malo para nosotros
sin tenernos en cuenta. Para aprender a relacionarnos mejor, lo primero que
tenemos que hacer es recuperarnos a nosotros mismos. Tenemos que saber
distinguir y sentir lo que profundamente necesitamos y lo que de verdad es
bueno para nosotros, sin que otros nos lo digan, y tenemos que tener la tranquilidad
necesaria para hacer lo que realmente sentimos como positivo para nosotros, sin
permitir a nadie que nos juzgue por ello. Sólo si aprendemos a querernos y a
respetarnos podemos querer y respetar a los demás genuinamente.
Esa es una de las posibilidades que nos abre la
Integración Psico-Corporal, pero puedes descubrir muchas más, puesto que, como
he explicado al inicio, cada proceso terapéutico es diferente, personal y
único. A mí, me gustaría mucho poder acompañarte en el tuyo.
Autora: Brigitte Burchartz
Terapeuta en Integración Psico-Corporal
Tel.: 687 243 753
www.terapia-psico-corporal.com
www.facebook.com/brigitte.burchartz
Autora: Brigitte Burchartz
Terapeuta en Integración Psico-Corporal
Tel.: 687 243 753
www.terapia-psico-corporal.com
www.facebook.com/brigitte.burchartz
No hay comentarios:
Publicar un comentario